El Papa Francisco recibió la semana pasada a las dos mujeres que buscan la presidencia de México en este 2024. Xóchitl Gálvez fue la primera en ser recibida y también la primera en publicitar la entrevista con el Santo Padre. Sin duda le ganó la nota y el impacto mediático a Claudia Sheinbaum, la que de inmediato y para no quedar atrás, viajó al Vaticano y logró ser recibida en audiencia privada por el Obispo de Roma. De la misma forma, publicó fotografías y parte de la plática sostenida con el Santo Padre.
A un par de semanas del inicio de la campaña por la presidencia del País, vale la pena comentar algunos de los aspectos más importantes del significado que tiene para un pueblo como el mexicano, mayoritariamente católico, la presunta cercanía religiosa de las candidatas con la Iglesia Católica.
Xóchitl Gálvez se declaró católica sin mayores condiciones ni regateos, como buena panista, aunque lo niegue, lo que resulta ser muy normal. De Claudia Sheinbaum no quedó tan clara su inclinación espiritual y religiosa, si es que la tiene. Por regla general y siguiendo el dogma marxista, que dice que la religión es el opio del pueblo, nos haría pensar que esa visita solo fue como reacción por la ventaja que Gálvez obtuvo por su entrevista, o para aparentar ante los ojos de muchos, que también comparte la fe católica.
Lo cierto es que ambas candidatas deberían tener presente y tomar como ejemplo la gran obra que el Papa Francisco ha hecho no solo por la Iglesia Católica, sino por muchas otras cosas que le han dado un sello único a su pontificado. Cambió profundamente costumbres arraigadas que han sido superadas por la realidad. El Papa ha cuestionado duramente a la alta burocracia eclesiástica por su forma de vida llena de excesos, lujos y comodidades, que sin duda aleja a ellos y a sus fieles del mensaje que significa para un católico la vida de Jesucristo y la de sus apóstoles. Ha sabido predicar con el ejemplo. Ha tratado de rescatar al cristianismo original, el de la cercanía con los pobres y afligidos, de aquel que olvida la palabra de Dios cuando dice que “es más fácil que pase por el ojo de una aguja un camello que un rico entre al cielo”. Ha entendido con claridad que es indispensable un cambio de fondo para adecuarse a la realidad del mundo y al mismo tiempo reconocer los errores y condenar los abusos de aquellos religiosos que traicionándolo todo, sucumbieron a la tentación del demonio mediante la abominable práctica del abuso de menores.
El Papa conoce la realidad del mundo que vivimos. Además, al ser el jefe de la Iglesia Católica y del Estado Vaticano, divide necesariamente su agenda entre lo espiritual y lo meramente humano, incluida la necesidad de escuchar a muchos que tratan de beneficiarse de su imagen, de su fuerza espiritual, pero sobre todo de su grandeza moral.
La Iglesia es la institución política y religiosa más antigua del mundo. En nuestro País es un factor real de poder que sin duda influye en la vida política y electoral. Lo acabamos de ver ante el abandono por parte del Estado mexicano para brindar seguridad en algunos lugares perdidos por la violencia. Varios obispos y sacerdotes han tratado de disminuir los horrores que dejan como saldo las pugnas entre los carteles: muerte, temor y destrucción. Lo vemos cotidianamente en el Estado de Guerrero y en muchos más azotados por la inseguridad que el Gobierno se niega a combatir.
Es claro que en esta batalla electoral que vivimos, las candidatas y la clase política en general buscan sacar beneficios para sus causas con este tipo de entrevistas. Eso es evidente y extraño sería que no lo hicieran. Son las fatalidades del poder.
Ambas candidatas deberían tomar como ejemplo las enseñanzas y la obra del Papa Francisco. México necesita que sea quien sea quien gobierne al País en los próximos seis años, tenga ese talante y esa grandeza de espíritu para superar los enormes retos que tenemos por delante. No aguantamos mucho más que se siga abrazando a los delincuentes. Saber romper las cadenas que nos sujetan al infierno, debería ser la propuesta de campaña que pudiera obtener más votos, para empezar a arreglar el caos que tenemos.