A quien no le ha pasado que en las esperadas vacaciones familiares, ya sean de semana santa, verano o fin de año, particularmente cuando se visitan los principales destinos de playa de México, hayamos sido objeto de esquemas de venta de lo que todos los desarrolladores turísticos denominan propiedad vacacional y que ninguno de ellos llama por su nombre: tiempo compartido.
En México el tiempo compartido aparece por el año de 1974, como una moda adaptada de los sistemas norteamericanos que rápidamente tomó carta de naturalización en el País. Precisamente por esa vecindad con los Estados Unidos y la no siempre buena relación entre estas naciones, existe en la Constitución Mexicana -en su artículo 27- una prohibición expresa a los extranjeros para detentar el dominio directo de bienes inmuebles en una franja de cincuenta kilómetros en la costa y de cien kilómetros en las fronteras. Esta situación impacta al tiempo compartido en México, ya que principalmente se oferta a extranjeros de nacionalidad norteamericana y, por lo tanto, su regulación quedo establecida como un contrato que transmite exclusivamente derechos personales, es decir servicios de hospedaje, pero no convierten a los compartidarios en dueños, vamos ni siquiera en copropietarios. De hecho, en las definiciones que se encuentran en las leyes mexicanas sobre el tiempo compartido, en todas se registra la prohibición de transmitir el dominio de los bienes inmuebles sujetos a este servicio, lo que quiere decir que ésta, no es la forma de adquirir una propiedad vacacional, por más que lo quieran vender así.
En la actualidad, el tiempo compartido en México es el segundo en importancia a nivel mundial, es una alternativa vigorosa de la oferta turística, ha generado el desarrollo de una muy importante infraestructura hotelera que ha venido a dar un impulso a la actividad turística del país y representa más del 30 por ciento de la ocupación en destinos de sol y playa. Ha sido un factor fundamental en el vertiginoso crecimiento turístico de Cancún y la Rivera Maya, de Puerto Vallarta-Nuevo Vallarta y los Cabos que son los principales destinos turísticos del país actualmente.
Sin embargo, todas estas importantes características favorables del tiempo compartido en México, se han visto afectadas por una serie de situaciones que han empañado el nombre de este servicio, con empresas que no cuentan con la capacidad, patrimonio o la disposición de un bien inmueble, aunado a prácticas fraudulentas de ofertas de venta con engaños y sobre todo, la manipulación de la voluntad de los consumidores para prácticamente obligarlos a comprar algo que no tenían pensado adquirir al momento de salir de vacaciones, y ha sido causa de múltiples problemas y malos ratos a las familias que visitan estos lugares.
La deficiente regulación de este servicio, la nulidad de la atención de la PROFECO, que actúa más como protectora de los proveedores, pero sobre todo, la amarga experiencia de perder un día de vacaciones escuchando a uno y otro y otro vendedor, que sin importar la constante resistencia a sus ofertas, logran más por cansancio que por convencimiento, cerrar la venta y con ella, el inicio de las múltiples molestias que han hecho del tiempo compartido, uno de los servicios con peor fama en México.
En mis siguientes publicaciones, voy a proporcionarles algunos consejos para que cuando vivan un problema de esta naturaleza en sus vacaciones, conozcan algunas formas para poder solventarlos, sin que se vean afectados económicamente, aunque la mala experiencia y sabor de boca que deja este tipo de prácticas, deberían transformarse para que se hiciera de este servicio un verdadero esquema de oportunidad para vacacionar y un mejor negocio para aquellos que lo realizan y, sin engaños, se respete al consumidor dándole la oportunidad de poder decir no a las múltiples presiones de las que son objeto en los días en que muchas familias, tardan en ocasiones todo el año para poder disfrutar y pasar un breve tiempo de convivencia, en donde nadie quiere este tipo de malas prácticas.