El hombre siempre ha tratado de explicar al mundo mediante la filosofía, la religión y la ciencia. La filosofía desde hace miles de años, ha tratado de responder qué es el mundo y qué valor tiene. En la religión, siempre se tratará de que los hombres crean en la existencia de Dios como una verdad revelada y que es precisamente en Dios en donde el hombre va a encontrar la razón y la misión de su existencia en el mundo.
Por otro lado, la ciencia trata de descubrir y contestar grandes preguntas, entre otras, cómo se formó el universo y en él, nuestro mundo y cómo se puede a partir de un instante seguido de una gran explosión, formarse las galaxias, las estrellas, los planetas y en la Tierra la aparición del hombre para tratar de explicarlo y entenderlo. Por eso se ha generado una importante discusión entre religión y ciencia. Desde mi punto de vista considero que son diferentes, porque como decía un amigo mío cuando hablábamos de un más allá después de la vida, basado en una explicación científica del ciclo vital en la tierra y de la idea de Dios y con ello del temor de Dios y por supuesto del temor al infierno porque nos sabíamos pecadores, “qué tal si tantos millones de personas tienen razón y el cielo y el infierno existen”. ¿Se imaginan?
Así, los hombres se han dedicado desde todas las eras, a tratar de explicar lo relativo, en la religión lo incomprensible y absoluto y en la ciencia lo comprobable. Ahora se discute si el universo que es infinito no lo es, al menos yo crecí con esa idea de que el universo era infinito y ahora se trata de acreditar y probar que no lo es. Eso es ciencia dura y pura, yo soy más de reflexión, ideología y opinar sobre lo que me gusta y lo que no me gusta, lo que apruebo y desapruebo, pero bueno eso es lo que yo pienso.
¿Qué sucedió previo a la gran explosión que originó el universo, y cuánto tiempo le queda a este tal y como lo conocemos? La religión afirma que el universo, nuestro planeta y el hombre son creación divina y verdad revelada. Qué preguntas tan interesantes, que bueno que somos seres inteligentes que podemos pensar y opinar sobre esto, y qué mejor que muchos hombres destinan su vida a profundizar en estos conocimientos.
La libertad permite que el hombre haya encontrado en cada una de estas importantes formas de expresar su pensamiento, la posibilidad de crear y aportar al mundo sus ideas y la justificación de su existencia. El que cada quien pueda en plena libertad, optar por lo que mejor le convenga, es la forma más rápida de que la inteligencia humana florezca, de que cada quien destine su pensamiento como su obra y su acción a lo que considera que lo va a reconciliar con Dios, con la naturaleza, o con sus ideas.
Es imposible convencer a una persona en verdad religiosa de que Dios no existe; también resulta casi imposible convencer a un agnóstico de la existencia o por lo menos de la posibilidad de la existencia de Dios. Por otra parte la ciencia genera con la experiencia y la prueba, avances tecnológicos que han ido logrando resolver problemas que antes eran solo temas de la filosofía y la religión.
La ciencia aplicada a la guerra, a la salud, a la producción, al transporte y a las comunicaciones entre otros, ha modificado nuestras vidas de forma radical y por los avances tecnológicos de los últimos 100 años, vivimos sin darnos cuenta que el futuro hace mucho que nos alcanzó y cada día vamos más rápido. Lo que hace 40 años maravilló al mundo como películas galácticas de ciencia ficción, hoy en día muchas de esas imágenes son realidad; realidad que nos ha hecho más fácil y placentero vivir en este mundo, digan lo que digan quienes se opongan al avance de la ciencia.
Lo que desafortunadamente no se mueve con la misma dinámica y velocidad, es al menos en México, el apoyo a la ciencia, la apuesta por la inteligencia, la multiplicación del conocimiento.
Todavía no dejamos atrás la pandemia del COVID 19, pero es imposible negar que el desarrollo científico nos permitió en un tiempo verdaderamente corto, como nunca antes en la historia se había visto, lograr las vacunas necesarias para dar la batalla a esta terrible enfermedad que ha flagelado al mundo y particularmente a países como México, lejos y distantes de apostar por la ciencia para alcanzar el desarrollo, y con ello mejores condiciones de vida para todos.
Por el contrario, parece ser que ser científico colisiona con ciertos intereses políticos inconfesables, o con ciertas formas, por cierto inconfesables también de revancha personal de muy altos funcionarios del gobierno mexicano.
Pero volvamos a nuestro tema. A quienes nacimos en el seno de una familia católica, a quienes tuvimos la fortuna de poder leer y tratar de entender a los clásicos griegos, a Shakespeare y a Cervantes entre otros, y quienes hemos tenido el privilegio entre muy pocos, de poder contar con una educación universitaria, podemos entender mejor que un país que destina recursos humanos y económicos a la investigación científica, a la creación filosófica y que respeta la religión y creencias de las personas, es un país que transitará más rápidamente hacia una mejor calidad de vida, con menor desigualdad y más oportunidades.
Por lo pronto gozamos de la libertad religiosa de ir de la cuna a la tumba como mejor nos plazca, de aprobar y compartir o no posturas filosóficas y políticas, de admirarse y beneficiarse o no de los avances tecnológicos, porque hay todavía quienes piensan que la ciencia está destinada a dominar y tomar el control de los hombres, a generar y permitir que el Gobierno o los gobiernos nos manipulen a través de teorías conspiracionistas francamente cuestionables.
Lo cierto es que como sociedad debemos apostar porque la ciencia haga mejor nuestra vida, que la filosofía siga buscando respuestas y la religión nos permita salvar nuestras almas y por supuesto llegar al cielo.
Por Carlos Román