Para Humberto Cruz Martinez.
Un entrañable amigo mío de hace como cuarenta y cinco años, Humberto Cruz, con quien siempre estaré agradecido por ser mi amigo y por su gran apoyo que me brindó en mi vida profesional, me envió hace unos días, la fotocopia de un documento que perdí en una contingencia ocasionada por una inundación del sótano de mi casa, derivada de la pésima ingeniería hidráulica del fraccionamiento en donde vivo. Ese documento es una circular de la Coordinación de la Administración Escolar de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, que contiene la integración del jurado ante el cual expuse mi tesis profesional para optar por el grado de licenciado en derecho.
Ese documento que me trae muy gratos recuerdos, también me transporta a marza de 1984 cuando presente mi examen profesional y parece que tantos años después, como si fuera ayer, aun escucho la voz de uno de los integrantes de ese gran jurado que fue mi querido maestro el doctor Pedro Astudillo Ursúa.
Todavía recuerdo su cátedra especializada en la historia del pensamiento económico, que en esos años tenía una gran importancia por la geografía política en la que estaba dividido el mundo, la guerra fría empezaba a mostrar a un ganador, pero las discusiones apasionadas entre maestro y alumno siempre alegraban nuestra mañana, antes de ir al famoso puesto de hamburguesas, en donde los grandes maestros de la Facultad de Derecho, solían en ocasiones desayunar acompañados de sus alumnos quienes siempre nos disputábamos el honor de pagar la cuenta.
De esa cátedra dictada con un conocimiento enciclopédico y con un dominio del lenguaje magistral, ver su nombre me transporta hoy a ese mundo pasado y dividido entre capitalismo y comunismo, entre burguesía y proletariado, entre el bien y el mal, entre libertad y justicia social, entre Igualdad y asistencialismo, entre el valor que las ideas le daban a la concepción del mundo que cada uno de nosotros defendíamos, siempre buscando el absoluto y la posibilidad de encontrar la felicidad al precio más bajo.
De todos esos ilustres teóricos del pensamiento económico que debíamos aprender para poder solventar el durísimo examen final al que éramos sometidos por el doctor Astudillo, recuerdo particularmente a los siguientes autores que representan a la corriente del llamado socialismo utópico y que son por su importancia los siguientes: Henry de San Simón, Carlos Fourier y Roberto Owen. Todos ellos influido sin duda por el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau, que atribuía a la propiedad privada prácticamente el origen de todos los males y lo infeliz que es la humanidad a causa de ese perverso sentido de apropiación del que somos particularmente proclives a practicar.
Sin embargo, la corriente del socialismo utópico planteaba algo que románticamente era apetecible y más cuando tienes 20 años, sobre todo la estructura del falansterio de Carlos Fourier, que abolía no sólo a la propiedad privada, sino a los lazos materiales y sentimentales que esclavizan y hacía del placer y la felicidad el destino del hombre.
Las teorías socialistas de esa época, siglo XVIII y XIX prometían obtener la felicidad del hombre y del pueblo. No siempre terminaban bien, como ya la misma historia ha dado testimonio, no una sino muchas veces, porque en el afán de encontrar esos absolutos, se han generado y padecido guerras, dictaduras y dependencia en todos los sentidos, incluido desde luego el económico.
Pero en el transcurso de esas lecciones del pensamiento económico, también estudiamos el llamado socialismo científico, representado por Carlos Marx y Federico Engels. Esta doctrina económica, que científicamente comprobó su fracaso, género uno de los regímenes más represivos de la historia: el Estalinismo. Su discurso polarizó la lucha de clases hasta justificar porque el “pueblo del mal” debía ser exterminado por el “pueblo del bien” y aunque ambos pueblos estuvieron a punto de exterminar a toda la humanidad, eso afortunadamente nunca sucedió.
La economía es una ciencia exacta y la política tenía en ese tiempo una alta dosis de ideología. Cuando las decisiones económicas se toman con un sentido equivocado para tratar de obtener un resultado de mejoría inmediata, más temprano que tarde produce el colapso económico de cualquier sociedad o nación, como incluso hoy todavía lo podemos observar en aquellos países que se quedaron atrapados en ideas de hace más de 50 años que sistemáticamente fracasaron.
Todo el socialismo es utópico. Los fanatismos que bajo la promesa de justicia e igualdad afectan la seguridad jurídica de la propiedad, generan incertidumbre en la inversión privada y más temprano que tarde, desembocan en crisis y mayor pobreza y con ella, más lejanía de la felicidad esperada. Ya se nos olvidó lo vivido durante el nacionalismo revolucionario del PRI, no vemos lo que pasa en otros países que no han guardado una estricta disciplina económica, todos esos regímenes y muchos más que los han imitado, han sido o serán puestos por la historia en el lugar que les corresponde: el basurero.
Hasta ahora aquellas sociedades que han prevalecido, son las que han optado por buscar y practicar una vida democrática, porque la experiencia democrática obliga a mantener el respeto y la disciplina de los principios de la economía.
En esa utopía llamada socialismo, como nos enseño el doctor Astudillo, el planteamiento de una lucha permanente entre los buenos contra los malos siempre estará presente, pero para en verdad inclinar la balanza más del lado de los buenos, defendamos nuestra democracia y luchemos por el país deseable al que aspiramos, partiendo del país real que tenemos, siempre con respeto a la libertad y con acceso a la justicia.
La democracia es respecto a la libertad, a la ley, a la voluntad popular, necesaria para construir un país laico, alejado de cualquier tipo de fanatismo o de una visión totalitaria del sistema político. La democracia es lo mejor que hemos construido, trabajemos todos porque se mantenga.
En verdad agradezco a mi querido Beto, por este documento que me ha traído muy gratos recuerdos y reconozco en la sabiduría de don Pedro Astudillo, de quien honro su memoria y mantengo vigentes sus sabios consejos que me han servido mucho a lo largo de la vida, el haber contribuido a formar en mí una idea clara de lo que la libertad, la legalidad y la justicia significan para nuestro país, debemos valorar la enseñanza de nuestros grandes maestros, que dejaron en sus libros la posibilidad de acceder al conocimiento para entender mejor nuestra realidad.
Vamos a seguir con otros capítulos de tan apasionante tema.
Por Carlos Román.